Sobrenatural II


Por: Hno. Victor Richards
Publicado el:
Martes 30 de Agosto, 2016

 

La última vez comenté que un tiempo en mi vida me sentí desanimado y seco, a pesar de estar pastoreando una congregación creciente. En ese tiempo encontré en la Biblia promesas de un gran mover del Espíritu que provocaron en mi interior un hambre por más de Dios. Estas Escrituras me prometieron cosas nuevas, ríos en la soledad, agua sobre el sequedal, ríos sobre la tierra árida y luego identificaron que todo esto sería por Su Espíritu derramado sobre nosotros. ¡Cómo me aferré a estas promesas! Mientras el año 1994 avanzaba a hacia su fin, yo decía a la gente que lo que yo más quería como regalo para la Navidad era lo prometido en estos versículos.

 

UN AVIVAMIENTO EN TORONTO, CANADÁ

Empecé a oír de un avivamiento que se había desatado en la ciudad de Toronto, en Canadá, enero de 1994, y que estaba acompañado con la señal o maravilla de la risa, entre otras señales. ¡¿La risa?! Esto me pareció demasiado raro y lo guardaba con reservas. Yo no quería meterme en algo ‘raro’. ¡¿La risa?! Pero lo que yo no oía, eran los testimonios de miles siendo salvos y otros miles volviendo al Señor y otros miles más siendo sanados en sus emociones, mentes y cuerpos físicos, tal como también en sus relaciones humanas.

Todo esto estaba sucediendo y la risa era el móvil por el cual Dios estaba haciéndolo. Pero yo en mi ignorancia e insensibilidad estaba rechazándolo. Y luego Dios me habló. Estaba sentado en la sala de mi casa y tenía en mis manos una copia de la revista llamada “Ministries Today” (Ministerios Ahora). empecé a leer un artículo de cierto pastor con quien Dios estaba tratando, por no haberle hecho a Él, sentir bienvenido en las reuniones de Su iglesia y de cómo este pastor fue a Toronto y allí fue transformado. Mientras yo leía, oí en el aire, “¡Ve!”. Fue tan fuerte que, ¡yo supe que era Dios! entonces pregunté: “¿Tú quieres que yo vaya a Toronto?”. La voz no respondió, yo sabía que sí debeía ir, Dios no tenía que volver a repetirlo. Entonces dije al Señor: “por favor confírmalo y provee el dinero para el viaje y los gastos”.

En poco tiempo, Dios hizo ambas cosas y de pronto me encontré sentado en la iglesia llamada, “Iglesia del Aeropuerto de Toronto”, en Canadá. Debo añadir que solo faltaban un par de semanas para Navidad. ¿Iban a cumplirse las promesas de Isaías? Todavía me encontraba a la defensiva en cuanto a la risa y otras señales de la presencia del Espíritu Santo. Pero Dios, en poco tiempo, me desarmó con el amor arrollador y evidencias innegables de Su divina presencia e intervención en muchísimas vidas. Personas de todo el mundo habían llegado a Toronto, la mayoría en la misma condición que yo: secos y desesperados por más. Noche tras noche escuchaba impresionantes testimonios de pastores, unos de Inglaterra, otros de Japón, de Francia, Singapur, de los Estados Unidos, pero todos diciendo algo similar: “Llegué aquí hace meses, Dios me tocó, me renovó, volví a mi iglesia y nada ha sido igual desde entonces. ¡Ya hay nueva vida en la congregación porque hay nueva vida y nuevas fuerzas en mí!”.

En Su misericordia, Dios me había enviado a Toronto para contestar mis oraciones desesperadas. Me había enviado a Toronto para regalarme “las cosas nuevas y los ríos sobre mi sequedad”. Y para que un día, no muy lejano yo pudiera pararme y dar el mismo testimonio que estaba escuchando de aquellos pastores. Pero antes de hacerlo, Él iba a tratar drasticamente conmigo. Yo me puse en la fila para recibir oración como las otras noches. Oraron por mí y caí en mi cara bajo el poder del Espíritu Santo. Con mi cara en la alfombra alguien empezó a empujar mi cabeza aplastando mi nariz sobre la alfombra, molesto por esto, yo levanté mi mano para quitar a quien estaba haciendo esto y… no había nadie, ¡era Dios quien estaba empujando mi cabeza! Le pregunté: “¿Qué quieres Señor?”. Él me hizo entender que yo había estado criticando a Sus siervos en otros lugares y que yo debía arrepentirme si yo quería recibir algo del Señor.

Con lágrimas, vergüenza y mi cara contra la alfombra, yo me arrepentí de criticar a Benny Hinn, Rodney Howard Brown, John Arnott y otros siervos del Señor. Fue evidente que sin esta confesión yo no iba a recibir nada de Dios. Tuve que arrepentirme para ser perdonado. Leyendo de grandes avivamientos del pasado, me doy cuenta que el arrepentimiento es una parte esencial de un avivamiento, ¡sin esto, no durará! En cada reunión todos queríamos oración, nos formamos en filas y cuando alguien oraba por mí, me caía al suelo, pero me levantaba todavía triste y seco. “¿Me podría bendecir Dios a mí?”. ¡No quería volver a casa de la misma manera que había llegado a Toronto! Estaba desesperado por Dios. Yo no entendía que cada toque del Espíritu trae cambios, lo entendamos o no.

 

¿POR QUÉ CAE LA GENTE?

Para aquellos que tienen dudas del por qué cae la gente, les puedo decir que es porque la presencia del Espíritu de Cristo es tal que uno pierde el equilibrio físico y se desvanece delante del Altísimo.

Recordemos, el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo. ¡Estamos tratando con Dios! ¡No con una ‘cosa’ o con una ‘influecia’! É les el gran “YO SOY” quien confrontó Moisés en la zarza. Cuando Daniel fue confrontado por un poderoso ser celestial Daniel dijo lo siguiente: Daniel 10:5-16: “…no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno… Caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra. Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos… Me puse en pie temblando… Estaba yo con los ojos puestos en tierra, y enmudecido. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza…”.

Daniel se encontró débil, sin vigor, cayó sobre su rostro (con rostro en tierra), sobre sus rodillas y palmas (como un niño a gatas), temblando, ojos caídos, mudo, con dolores. Y recordemos que Daniel dijo que los que estaban con él no vieron el ángel, sino únicamente a él (a Daniel) en esta condición extraña. Si sucediera algo así ahora, algunos pensarían o dirían que se les metió un demonio. Pero no, ¡todo esto fue provocado por la presencia de Dios! Fue algo sobrenatural.

En el evangelio de Juan encontramos el arresto de Jesús en el capítulo dieciocho. Empezamos nuestra lectura en el versículo 3: “Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas. Pero jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: YO SOY… Retrocedieron, y cayeron a tierra”. Los soldados y Judas cayeron delante de Jesús, el gran “YO SOY”. Para ellos fue una experiencia desagradable y temerosa. Pero cuando uno cae al suelo en la preciosa presencia del Espíritu de Cristo, a quien la persona ama y anhela, no es desagradable sino algo deseable, aceptable y una bendición.

Volviendo a los tratos de Dios conmigo en Toronto. Llegó mi último día allí y yo no había recibido el gozo, el río, la cosa nueva que tanto necesitaba. Fue entonces que le pedí a un pastor de Inglaterra que orara por mí, puesto que había escuchado a un grupo de pastores ingleses dando testimonio y obviamente, habían sido radicalmente cambiados. Para los que no saben, el inglés, por naturaleza, usualmente es seco, poco expresivo y definitivamente no dado al emocionalismo. Pero este grupo de ingleses eran diferentes: transformados, nuevos. Ya era la última oportunidad antes de volver a casa. Pero mientras el inglés junto con algunos de sus compañeros oraron por mí, ¡me sucedió! El Espíritu Santo me tocó tan profundamente que empezó como fuego en mis pies y subió explotando de mi boca en un torrente de risa. ¡La tristeza huyó inmediatamente y el río empezó a regar la tierra árida de mi ser! Ahora, ¡no tendría que volver a casa de la misma manera que llegué! ¡Ya no estaba seco! ¡Ya no estaba triste! Fue algo sobrenatural.

 

LOS CAMBIOS LLEGAN A NUESTRA IGLESIA

El primer domingo después de volver a casa, cuando entré al auditorio de Vino Nuevo un hermano me observó de lejos y le dijo a su esposa; “mira Amor, mira al Hermano Víctor. ¡Viene cambiado! ¡Gracias a Dios!”. Otros tenían la misma reacción al verme. Yo creía que nadie se había dado cuenta de mi sequedad pero, aparentemente no fue así. Ellos lo habían visto y ahora veían al “nuevo hombre” que la visitación de Dios había producido, y estaban felices con el cambio.

La reunión de oración que tenemos entre semana en Vino Nuevo, creció de 200 personas a 400 en la primera semana después que volvimos de Toronto, porque yo había anunciado el domingo que iba a testificar de mi viaje a Toronto. Después de compartir mi experiencia, ofrecí orar por todos los que anhelaban más del Espíritu. de las 400 personas presentes, ¡400 querían recibir oración! Los formamos en filas y con la ayuda de nuestro equipo pastoral; aunque ellos no habían ido a Toronto, empezamos a orar por cada persona. Para mi sorpresa, muchos de ellos experimentaron las mismas señales que yo había visto en Canadá: Gente caía, otros lloraban, algunos reían y otros más se quedaron inmóviles en la presencia de Dios por largo tiempo. ¡Fue algo sobrenatural!

Estas fueron las señales exteriores de Dios visitando a su pueblo. Interiormente Él estaba renovando a las personas espiritualemente, también estaba sanando enfermedades físicas y heridas emocionales. Para el siguiente lunes de oración, la asistencia subió a 600 personas,  incluyendo pastores quienes habían llegado de partes lejanas con sus líderes porque estaban escuchando de las maravillas de Dios en Cd. Juárez. Luego, la siguiente semana llegaron 800 personas y pronto la asistencia llegó a 1,200 personas en esta reunión de oración. ¡Dios nos estaba visitando! Lo que no habíamos podido lograr para aumentar la asistencia, (oración y a veces ayuno) Dios lo hizo en poco tiempo cuando el avivamiento llegó. Ya la gente no quería perder lo que Dios estaba haciendo. ¡Eran tiempos emocionantes, sorprendentes y sobrenaturales!

Por supuesto no todos fueron sobrecogidos con la risa, sin embargo el gozo del Señor estaba llenando a la mayoría, con o sin risa. Había un espíritu de fiesta como cuando el hijo pródigo regresó a casa y su padre mató el becerro gordo y comenzaron a regocijarse. Había música y danza en la casa del Padre y aunque el hijo mayor no quería entrar, los que sí entraron fueron llenos del gozo del Señor.

El “avivamiento de Toronto”, como algunos lo llaman, había sido profetizado por el conocido pastor de Corea del Sur, David Yongi Cho, diez años antes que se desatara. Y una vez desatado estaba llenando al mundo con su énfasis particular del gozo del Señor y el amor del Padre. Es interesante notar que en la Biblia las palabras: gozo, alegría, alegrar, alegre, feliz, felicidad, gozar, gozoso, reir, risa, danzar, clamar, regocijo, regocijar, etc., ¡se encuentran más de mil cuatrocientas veces! ¡1,400 veces! ¿Puedes creerlo? ¡1,400 veces! La Biblia nos enseña en Nehemías 8:10; “el gozo del señor es nuestra fortaleza”. Y el apóstol Pablo nos exhorta en Filipenses 4:4; “regocijaos en el señor siempre”. En el Salmo 100:1, 2 dice; “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo”. Más otros textos similares.

Lo que sucedió en Toronto llegó a ser tan notorio que hasta la revista ‘Time’ hizo un reportaje extenso y positivo de esta visitación del Espíritu Santo. Este reportaje, junto con otros medios de comuncación, hizo que la noticia de que Dios estaba visitando a Su pueblo, fuese difundida a todo el mundo y así el avivamiento creció aun más rápido en muchas partes.

Cuando Dios visita a Su pueblo, hay mucho más que solo las señales y las experiencias personales. Cuando Dios vista hay evidencia que se refleja en todos los ámbitos de la vida. A esto la Biblia le llama buenos frutos y en la próxima oportunidad estaré hablando de los buenos frutos que esta visitación trajo consigo. 

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Todo esto estaba sucediendo y la risa era el móvil por el cual Dios estaba haciéndolo. Pero yo en mi ignorancia e insensibilidad estaba rechazándolo. Y luego Dios me habló. Estaba sentado en la sala de mi casa y tenía en mis manos una copia de la revista llamada “Ministries Today” (Ministerios Ahora). empecé a leer un artículo de cierto pastor con quien Dios estaba tratando, por no haberle hecho a Él, sentir bienvenido en las reuniones de Su iglesia y de cómo este pastor fue a Toronto y allí fue transformado. Mientras yo leía, oí en el aire, “¡Ve!”. Fue tan fuerte que, ¡yo supe que era Dios! entonces pregunté: “¿Tú quieres que yo vaya a Toronto?”. La voz no respondió, yo sabía que sí debeía ir, Dios no tenía que volver a repetirlo. Entonces dije al Señor: “por favor confírmalo y provee el dinero para el viaje y los gastos”.

En poco tiempo, Dios hizo ambas cosas y de pronto me encontré sentado en la iglesia llamada, “Iglesia del Aeropuerto de Toronto”, en Canadá. Debo añadir que solo faltaban un par de semanas para Navidad. ¿Iban a cumplirse las promesas de Isaías? Todavía me encontraba a la defensiva en cuanto a la risa y otras señales de la presencia del Espíritu Santo. Pero Dios, en poco tiempo, me desarmó con el amor arrollador y evidencias innegables de Su divina presencia e intervención en muchísimas vidas. Personas de todo el mundo habían llegado a Toronto, la mayoría en la misma condición que yo: secos y desesperados por más. Noche tras noche escuchaba impresionantes testimonios de pastores, unos de Inglaterra, otros de Japón, de Francia, Singapur, de los Estados Unidos, pero todos diciendo algo similar: “Llegué aquí hace meses, Dios me tocó, me renovó, volví a mi iglesia y nada ha sido igual desde entonces. ¡Ya hay nueva vida en la congregación porque hay nueva vida y nuevas fuerzas en mí!”.

En Su misericordia, Dios me había enviado a Toronto para contestar mis oraciones desesperadas. Me había enviado a Toronto para regalarme “las cosas nuevas y los ríos sobre mi sequedad”. Y para que un día, no muy lejano yo pudiera pararme y dar el mismo testimonio que estaba escuchando de aquellos pastores. Pero antes de hacerlo, Él iba a tratar drasticamente conmigo. Yo me puse en la fila para recibir oración como las otras noches. Oraron por mí y caí en mi cara bajo el poder del Espíritu Santo. Con mi cara en la alfombra alguien empezó a empujar mi cabeza aplastando mi nariz sobre la alfombra, molesto por esto, yo levanté mi mano para quitar a quien estaba haciendo esto y… no había nadie, ¡era Dios quien estaba empujando mi cabeza! Le pregunté: “¿Qué quieres Señor?”. Él me hizo entender que yo había estado criticando a Sus siervos en otros lugares y que yo debía arrepentirme si yo quería recibir algo del Señor.

Con lágrimas, vergüenza y mi cara contra la alfombra, yo me arrepentí de criticar a Benny Hinn, Rodney Howard Brown, John Arnott y otros siervos del Señor. Fue evidente que sin esta confesión yo no iba a recibir nada de Dios. Tuve que arrepentirme para ser perdonado. Leyendo de grandes avivamientos del pasado, me doy cuenta que el arrepentimiento es una parte esencial de un avivamiento, ¡sin esto, no durará! En cada reunión todos queríamos oración, nos formamos en filas y cuando alguien oraba por mí, me caía al suelo, pero me levantaba todavía triste y seco. “¿Me podría bendecir Dios a mí?”. ¡No quería volver a casa de la misma manera que había llegado a Toronto! Estaba desesperado por Dios. Yo no entendía que cada toque del Espíritu trae cambios, lo entendamos o no.

 

¿POR QUÉ CAE LA GENTE?

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Volviendo a los tratos de Dios conmigo en Toronto. Llegó mi último día allí y yo no había recibido el gozo, el río, la cosa nueva que tanto necesitaba. Fue entonces que le pedí a un pastor de Inglaterra que orara por mí, puesto que había escuchado a un grupo de pastores ingleses dando testimonio y obviamente, habían sido radicalmente cambiados. Para los que no saben, el inglés, por naturaleza, usualmente es seco, poco expresivo y definitivamente no dado al emocionalismo. Pero este grupo de ingleses eran diferentes: transformados, nuevos. Ya era la última oportunidad antes de volver a casa. Pero mientras el inglés junto con algunos de sus compañeros oraron por mí, ¡me sucedió! El Espíritu Santo me tocó tan profundamente que empezó como fuego en mis pies y subió explotando de mi boca en un torrente de risa. ¡La tristeza huyó inmediatamente y el río empezó a regar la tierra árida de mi ser! Ahora, ¡no tendría que volver a casa de la misma manera que llegué! ¡Ya no estaba seco! ¡Ya no estaba triste! Fue algo sobrenatural.

 

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Por: Hno. Victor Richards
Martes 30 de Agosto, 2016

 

La última vez comenté que un tiempo en mi vida me sentí desanimado y seco, a pesar de estar pastoreando una congregación creciente. En ese tiempo encontré en la Biblia promesas de un gran mover del Espíritu que provocaron en mi interior un hambre por más de Dios. Estas Escrituras me prometieron cosas nuevas, ríos en la soledad, agua sobre el sequedal, ríos sobre la tierra árida y luego identificaron que todo esto sería por Su Espíritu derramado sobre nosotros. ¡Cómo me aferré a estas promesas! Mientras el año 1994 avanzaba a hacia su fin, yo decía a la gente que lo que yo más quería como regalo para la Navidad era lo prometido en estos versículos.

 

UN AVIVAMIENTO EN TORONTO, CANADÁ

Empecé a oír de un avivamiento que se había desatado en la ciudad de Toronto, en Canadá, enero de 1994, y que estaba acompañado con la señal o maravilla de la risa, entre otras señales. ¡¿La risa?! Esto me pareció demasiado raro y lo guardaba con reservas. Yo no quería meterme en algo ‘raro’. ¡¿La risa?! Pero lo que yo no oía, eran los testimonios de miles siendo salvos y otros miles volviendo al Señor y otros miles más siendo sanados en sus emociones, mentes y cuerpos físicos, tal como también en sus relaciones humanas.

Todo esto estaba sucediendo y la risa era el móvil por el cual Dios estaba haciéndolo. Pero yo en mi ignorancia e insensibilidad estaba rechazándolo. Y luego Dios me habló. Estaba sentado en la sala de mi casa y tenía en mis manos una copia de la revista llamada “Ministries Today” (Ministerios Ahora). empecé a leer un artículo de cierto pastor con quien Dios estaba tratando, por no haberle hecho a Él, sentir bienvenido en las reuniones de Su iglesia y de cómo este pastor fue a Toronto y allí fue transformado. Mientras yo leía, oí en el aire, “¡Ve!”. Fue tan fuerte que, ¡yo supe que era Dios! entonces pregunté: “¿Tú quieres que yo vaya a Toronto?”. La voz no respondió, yo sabía que sí debeía ir, Dios no tenía que volver a repetirlo. Entonces dije al Señor: “por favor confírmalo y provee el dinero para el viaje y los gastos”.

En poco tiempo, Dios hizo ambas cosas y de pronto me encontré sentado en la iglesia llamada, “Iglesia del Aeropuerto de Toronto”, en Canadá. Debo añadir que solo faltaban un par de semanas para Navidad. ¿Iban a cumplirse las promesas de Isaías? Todavía me encontraba a la defensiva en cuanto a la risa y otras señales de la presencia del Espíritu Santo. Pero Dios, en poco tiempo, me desarmó con el amor arrollador y evidencias innegables de Su divina presencia e intervención en muchísimas vidas. Personas de todo el mundo habían llegado a Toronto, la mayoría en la misma condición que yo: secos y desesperados por más. Noche tras noche escuchaba impresionantes testimonios de pastores, unos de Inglaterra, otros de Japón, de Francia, Singapur, de los Estados Unidos, pero todos diciendo algo similar: “Llegué aquí hace meses, Dios me tocó, me renovó, volví a mi iglesia y nada ha sido igual desde entonces. ¡Ya hay nueva vida en la congregación porque hay nueva vida y nuevas fuerzas en mí!”.

En Su misericordia, Dios me había enviado a Toronto para contestar mis oraciones desesperadas. Me había enviado a Toronto para regalarme “las cosas nuevas y los ríos sobre mi sequedad”. Y para que un día, no muy lejano yo pudiera pararme y dar el mismo testimonio que estaba escuchando de aquellos pastores. Pero antes de hacerlo, Él iba a tratar drasticamente conmigo. Yo me puse en la fila para recibir oración como las otras noches. Oraron por mí y caí en mi cara bajo el poder del Espíritu Santo. Con mi cara en la alfombra alguien empezó a empujar mi cabeza aplastando mi nariz sobre la alfombra, molesto por esto, yo levanté mi mano para quitar a quien estaba haciendo esto y… no había nadie, ¡era Dios quien estaba empujando mi cabeza! Le pregunté: “¿Qué quieres Señor?”. Él me hizo entender que yo había estado criticando a Sus siervos en otros lugares y que yo debía arrepentirme si yo quería recibir algo del Señor.

Con lágrimas, vergüenza y mi cara contra la alfombra, yo me arrepentí de criticar a Benny Hinn, Rodney Howard Brown, John Arnott y otros siervos del Señor. Fue evidente que sin esta confesión yo no iba a recibir nada de Dios. Tuve que arrepentirme para ser perdonado. Leyendo de grandes avivamientos del pasado, me doy cuenta que el arrepentimiento es una parte esencial de un avivamiento, ¡sin esto, no durará! En cada reunión todos queríamos oración, nos formamos en filas y cuando alguien oraba por mí, me caía al suelo, pero me levantaba todavía triste y seco. “¿Me podría bendecir Dios a mí?”. ¡No quería volver a casa de la misma manera que había llegado a Toronto! Estaba desesperado por Dios. Yo no entendía que cada toque del Espíritu trae cambios, lo entendamos o no.

 

¿POR QUÉ CAE LA GENTE?

Para aquellos que tienen dudas del por qué cae la gente, les puedo decir que es porque la presencia del Espíritu de Cristo es tal que uno pierde el equilibrio físico y se desvanece delante del Altísimo.

Recordemos, el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo. ¡Estamos tratando con Dios! ¡No con una ‘cosa’ o con una ‘influecia’! É les el gran “YO SOY” quien confrontó Moisés en la zarza. Cuando Daniel fue confrontado por un poderoso ser celestial Daniel dijo lo siguiente: Daniel 10:5-16: “…no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno… Caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra. Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos… Me puse en pie temblando… Estaba yo con los ojos puestos en tierra, y enmudecido. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza…”.

Daniel se encontró débil, sin vigor, cayó sobre su rostro (con rostro en tierra), sobre sus rodillas y palmas (como un niño a gatas), temblando, ojos caídos, mudo, con dolores. Y recordemos que Daniel dijo que los que estaban con él no vieron el ángel, sino únicamente a él (a Daniel) en esta condición extraña. Si sucediera algo así ahora, algunos pensarían o dirían que se les metió un demonio. Pero no, ¡todo esto fue provocado por la presencia de Dios! Fue algo sobrenatural.

En el evangelio de Juan encontramos el arresto de Jesús en el capítulo dieciocho. Empezamos nuestra lectura en el versículo 3: “Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas. Pero jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: YO SOY… Retrocedieron, y cayeron a tierra”. Los soldados y Judas cayeron delante de Jesús, el gran “YO SOY”. Para ellos fue una experiencia desagradable y temerosa. Pero cuando uno cae al suelo en la preciosa presencia del Espíritu de Cristo, a quien la persona ama y anhela, no es desagradable sino algo deseable, aceptable y una bendición.

Volviendo a los tratos de Dios conmigo en Toronto. Llegó mi último día allí y yo no había recibido el gozo, el río, la cosa nueva que tanto necesitaba. Fue entonces que le pedí a un pastor de Inglaterra que orara por mí, puesto que había escuchado a un grupo de pastores ingleses dando testimonio y obviamente, habían sido radicalmente cambiados. Para los que no saben, el inglés, por naturaleza, usualmente es seco, poco expresivo y definitivamente no dado al emocionalismo. Pero este grupo de ingleses eran diferentes: transformados, nuevos. Ya era la última oportunidad antes de volver a casa. Pero mientras el inglés junto con algunos de sus compañeros oraron por mí, ¡me sucedió! El Espíritu Santo me tocó tan profundamente que empezó como fuego en mis pies y subió explotando de mi boca en un torrente de risa. ¡La tristeza huyó inmediatamente y el río empezó a regar la tierra árida de mi ser! Ahora, ¡no tendría que volver a casa de la misma manera que llegué! ¡Ya no estaba seco! ¡Ya no estaba triste! Fue algo sobrenatural.

 

LOS CAMBIOS LLEGAN A NUESTRA IGLESIA

El primer domingo después de volver a casa, cuando entré al auditorio de Vino Nuevo un hermano me observó de lejos y le dijo a su esposa; “mira Amor, mira al Hermano Víctor. ¡Viene cambiado! ¡Gracias a Dios!”. Otros tenían la misma reacción al verme. Yo creía que nadie se había dado cuenta de mi sequedad pero, aparentemente no fue así. Ellos lo habían visto y ahora veían al “nuevo hombre” que la visitación de Dios había producido, y estaban felices con el cambio.

La reunión de oración que tenemos entre semana en Vino Nuevo, creció de 200 personas a 400 en la primera semana después que volvimos de Toronto, porque yo había anunciado el domingo que iba a testificar de mi viaje a Toronto. Después de compartir mi experiencia, ofrecí orar por todos los que anhelaban más del Espíritu. de las 400 personas presentes, ¡400 querían recibir oración! Los formamos en filas y con la ayuda de nuestro equipo pastoral; aunque ellos no habían ido a Toronto, empezamos a orar por cada persona. Para mi sorpresa, muchos de ellos experimentaron las mismas señales que yo había visto en Canadá: Gente caía, otros lloraban, algunos reían y otros más se quedaron inmóviles en la presencia de Dios por largo tiempo. ¡Fue algo sobrenatural!

Estas fueron las señales exteriores de Dios visitando a su pueblo. Interiormente Él estaba renovando a las personas espiritualemente, también estaba sanando enfermedades físicas y heridas emocionales. Para el siguiente lunes de oración, la asistencia subió a 600 personas,  incluyendo pastores quienes habían llegado de partes lejanas con sus líderes porque estaban escuchando de las maravillas de Dios en Cd. Juárez. Luego, la siguiente semana llegaron 800 personas y pronto la asistencia llegó a 1,200 personas en esta reunión de oración. ¡Dios nos estaba visitando! Lo que no habíamos podido lograr para aumentar la asistencia, (oración y a veces ayuno) Dios lo hizo en poco tiempo cuando el avivamiento llegó. Ya la gente no quería perder lo que Dios estaba haciendo. ¡Eran tiempos emocionantes, sorprendentes y sobrenaturales!

Por supuesto no todos fueron sobrecogidos con la risa, sin embargo el gozo del Señor estaba llenando a la mayoría, con o sin risa. Había un espíritu de fiesta como cuando el hijo pródigo regresó a casa y su padre mató el becerro gordo y comenzaron a regocijarse. Había música y danza en la casa del Padre y aunque el hijo mayor no quería entrar, los que sí entraron fueron llenos del gozo del Señor.

El “avivamiento de Toronto”, como algunos lo llaman, había sido profetizado por el conocido pastor de Corea del Sur, David Yongi Cho, diez años antes que se desatara. Y una vez desatado estaba llenando al mundo con su énfasis particular del gozo del Señor y el amor del Padre. Es interesante notar que en la Biblia las palabras: gozo, alegría, alegrar, alegre, feliz, felicidad, gozar, gozoso, reir, risa, danzar, clamar, regocijo, regocijar, etc., ¡se encuentran más de mil cuatrocientas veces! ¡1,400 veces! ¿Puedes creerlo? ¡1,400 veces! La Biblia nos enseña en Nehemías 8:10; “el gozo del señor es nuestra fortaleza”. Y el apóstol Pablo nos exhorta en Filipenses 4:4; “regocijaos en el señor siempre”. En el Salmo 100:1, 2 dice; “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo”. Más otros textos similares.

Lo que sucedió en Toronto llegó a ser tan notorio que hasta la revista ‘Time’ hizo un reportaje extenso y positivo de esta visitación del Espíritu Santo. Este reportaje, junto con otros medios de comuncación, hizo que la noticia de que Dios estaba visitando a Su pueblo, fuese difundida a todo el mundo y así el avivamiento creció aun más rápido en muchas partes.

Cuando Dios visita a Su pueblo, hay mucho más que solo las señales y las experiencias personales. Cuando Dios vista hay evidencia que se refleja en todos los ámbitos de la vida. A esto la Biblia le llama buenos frutos y en la próxima oportunidad estaré hablando de los buenos frutos que esta visitación trajo consigo. 

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